18 julio 2009

Crónica de un viaje fantástico: APOLO XI rumbo a la Luna (3 de 4)




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El día comenzó en la parte oculta de la Luna. Armstrong, y su compañero de tripulación, Mike Collins, volaron su nave espacial 100 km sobre la zona de cráteres. Nadie en la Tierra puede ver la zona oculta de la Luna. Aún hoy día permanece como un terreno de considerable misterio, pero los astronautas no tenían tiempo para visitar puntos de interés. Collins presionó un botón, activando un sistema de resortes, y la nave espacial se separó en dos. La mitad llamada Columbia, con Collins a bordo, permanecería en órbita. La otra mitad, el Eagle, se movió en espiral sobre el horizonte hacia el Mar de la Tranquilidad.

"Inicie el descenso", ordenó por radio Houston, y el motor del Eagle se encendió con un rugido. La forma de insecto del módulo era tan frágil que un niño podría hacer un agujero a través de su hoja exterior de oro. Los montículos rocosos dentados de la Luna podrían ser mucho peor. Así que cuando Armstrong vio hacia dónde los dirigía la computadora —el interior de un campo de rocas— cambió rápidamente a control manual. El Eagle se dirigió hacia adelante y navegó sobre las rocas.

Mientras tanto las alarmas sonaban en el fondo.

"Alarma de programa", anunció Armstrong. "Es un 1202". El código era muy confuso, casi nadie sabía lo que significaba. ¿Deberían abortar? ¿Deberían aterrizar? "¿Qué es esto?", insistió él.

Con fondo ruidoso, en Houston, un joven ingeniero de nombre Steve Bales dio la respuesta: El sistema guía auxiliar del radar estaba invadiendo la computadora con demasiadas interrupciones. No hay problema, "Pueden continuar a pesar de la alarma...", anunció Houston.
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El Eagle se movió en espiral sobre el horizonte hacia el Mar de la Tranquilidad.
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"Houston, aquí Base de la Tranquilidad. El Eagle ha aterrizado"
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Y ellos continuaron. Las cosas, sin embargo, no estaban saliendo exactamente como se había planeado. Se suponía que el Mar de la Tranquilidad era liso, pero no se veía muy liso desde la cabina del Eagle. Armstrong exploró el mar revuelto con el fin de localizar un lugar seguro para aterrizar. "60 segundos", transmitió Houston. "30 segundos". El control de la misión se silenciaba conforme los datos de telemetría llegaban. Pronto, muy pronto la nave podría quedarse sin combustible.

Capcom más tarde clamaba "los chicos en el centro de control de la misión se estaban poniendo azules" cuando Armstrong anunció: "Encontré un buen punto". En cuanto a Armstrong, su corazón estaba latiendo a 156 pulsos por minuto de acuerdo con los bio-sensores. El indicador de combustible leía sólo 5,6% cuando el Eagle finalmente se estabilizó en el piso del Mar de la Tranquilidad.

Houston (con alivio): "Acusamos recibo, Eagle".

Armstrong (serenamente): "Houston, aquí Base de la Tranquilidad. El Eagle ha aterrizado".

Inmediatamente, se prepararon para despegar. Era la NASA siendo cautelosa. Nadie había aterrizado en la Luna antes. ¿Qué tal si una de las patas del Eagle comenzaba a hundirse en el polvo lunar?, o ¿Si el Eagle soltara un escape? Mientras que Neil y Buzz se alistaban para el despegue, Houston leyó la telemetría buscando alguna señal de problemas. No había ninguna, y tres horas después del aterrizaje, finalmente, Houston dio el "okay". ¡La caminata lunar se iniciaba!
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Aldrin descendiendo del módulo lunar
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"Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad"
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Un hombre en la Luna
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A las 2:56 del 21 de julio de 1969 (hora internacional UTC, 9:56 p.m. hora del este (EDT)), Neil descendió la escalera y describe a Houston lo que ve, y al pisar el suelo dice la famosa frase: "Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad".

Desde la sombra del Eagle, miró alrededor: "Tiene una belleza prístina, enteramente suya —como el desierto alto de los Estados Unidos". Houston le recordó recolectar la "muestra de contingencia", y Neil puso algunas rocas y arena en su bolsillo. Si por cualquier razón tuviesen que despegar deprisa, los científicos en Tierra tendrían cuando menos un bolsillo lleno de polvo lunar para sus experimentos. Pronto, Buzz se le unió. El reloj de Houston señala las 22:56. En un primer momento por seguridad los astronautas iban unidos a un cordón enganchado al LEM. Al ver que no corrían ningún peligro se deshicieron de él. Armstrong toma fotografías del paisaje aledaño y más tarde muestras del suelo lunar. Entretanto Buzz Aldrin y establece diálogo con Houston:

- “Quizás para Neil fuera un pequeño paso, pero para mí ha sido un bonito salto.”
- "¡Hermosa vista!" exclamó cuando alcanzó la amplia base de la pata del módulo de aterrizaje. "¿No es esto algo maravilloso?", asintió Armstrong. "Magnífica vista aquí afuera". "Magnífica desolación", dijo Aldrin.

Esas dos palabras se unieron al ying-yang de la Luna. Los cráteres de impactos, las salientes y cantos bordeados, las capas de polvo lunar —todo eso era completamente extraterrestre. Aun así, la Base de la Tranquilidad pareció curiosamente familiar, como en casa. Los astronautas de las siguientes misiones Apolo tuvieron sentimientos semejantes. Esto viene quizá de mirar
fijamente a la Luna muy a menudo desde la Tierra. O posiblemente es porque la Luna es un pedazo de la Tierra, obtenido de nuestro joven planeta hace miles de millones de años. Nadie lo sabe, simplemente es así.
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"Magnífica vista aquí afuera". "Magnífica desolación", dijo Aldrin.
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Aunque el Eagle había aterrizado en una mañana lunar brillante, el cielo era tan negro como la media noche
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"Las distancias aquí son engañosas", observó Aldrin.
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Realmente, gran parte de la escena era insólita. El paisaje, privado de aire, saltó sobre los astronautas con claridad desconcertante, y como resultado, el horizonte se sentía artificialmente cercano. Peor aún, el mundo entero parecía curvarse, un efecto secundario del radio de la Luna de sólo algunos miles de millas. "Las distancias [aquí] son engañosas", observó Aldrin.
El cielo estaba igualmente deslumbrante. Aunque el Eagle había aterrizado en una mañana lunar brillante, el cielo era tan negro como la media noche. ¿Paraíso de un astrónomo? No. Ni una sola estrella era visible. El deslumbrante suelo, iluminado por el Sol, arruinó la visión nocturna de los astronautas. Sólo la Tierra era bastante brillante para ser vista, azul y blanco luminosos, colgando al horizonte.

Armstrong estaba particularmente fascinado por el polvo lunar, el cual pateó y sacudió con sus botas. En Tierra, al patear polvo se crea una pequeña nube en el aire —pero no hay aire en la Luna. "Cuando tú pateas la superficie, [el polvo sale y regresa] como un pequeño ventilador el cual, para mí, parece tener la forma de un pétalo de rosa", recuerda Armstrong.
"Solo hay un pequeño anillo de partículas —nada atrás de ellas— ningún polvo, ningún remolino, nada de nada. Es realmente único".

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