20 marzo 2009

La chatarra o basura espacial envuelve la Tierra




votar


Últimamente, el espacio se ha convertido en un lugar muy peligroso. No tanto por la hostilidad natural de ese medio ambiente; ni siquiera por las armas que orbitan furtivas y silenciosas esperando el momento de actuar. La verdadera Némesis, dicen los expertos, son las toneladas de chatarra espacial, que en los últimos años han aumentado a ojos vistas. Desde trozos de satélites viejos, hasta motores y etapas vacías de cohetes, herramientas que dejaron escapar los astronautas e incluso un guante.
El pasado 12 de marzo, los tres astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS)
recibieron una señal de alarma para que se refugiaran de inmediato dentro de una nave Soyuz: un trozo de chatarra venía volando en dirección del laboratorio orbital.
.

Impacto en el panel solar de un satélite

Un agujero en el casco de la ISS, por pequeño que sea, significa descompresión y pérdida de oxígeno, con unos 10 minutos de supervivencia. La tripulación se desplazó a la Soyuz, donde esperaron nerviosamente durante 10 minutos, atentos a la orden de desatracar y regresar a Tierra. Mientras tanto, Control de Misiones observaba el trozo con un creciente nerviosismo. “El pedazo pasó de largo”, dice Mark Matney, experto en chatarra espacial. “Es lo más cerca que hemos estado del desastre, que yo sepa”. Hace un mes se estrellaron dos satélites en órbita (un Iridium de comunicaciones y un Cosmos 2251 soviético), los cuales se añadieron a las docenas de satélites destruidos intencionalmente cada cierto tiempo, para engrosar el cinturón de basura que adorna el planeta. Para ser completamente destruida, una nave espacial debe recibir un golpe con una energía de 40 julios de fuerza por cada gramo de su masa.

Según Nicholas Johnson, científico principal de detritos orbitales en el Centro Espacial Johnson en Houston, los satélites Iridium y Cosmos chocaron a 42.120 kilómetros por hora, impartiendo 50.000 julios por gramo de masa. El campo de detritos resultante no tiene precedente y está siendo analizado por agencias espaciales del mundo. Algunos expertos calculan que la colisión produjo unas 10.000 partículas del tamaño de una bola de tenis.



Distribución actual basura espacial

Unos 9 000 objetos orbitan la Tierra, de los cuales, sólo 500 son satélites operativos. Desde que en 1957 se lanzara al espacio el primer satélite artificial, sobre nuestras cabezas, a unos 36 000 km de altura y junto a satélites meteorológicos y de comunicaciones, se han ido acumulando decenas de miles de objetos que no son sino verdaderos escombros de la tecnología espacial.
La cantidad de objetos abandonados en el espacio por el hombre asciende ya a más de 8 500 girando alrededor de la Tierra, y seguirá aumentando a pesar de la progresiva reducción en el número de lanzamientos que se ha producido en los últimos años. La mayoría de los objetos consiste en fragmentos procedentes de misiones espaciales, residuos de explosiones, últimas fases de los cohetes, viejos satélites fuera de servicio y otros muchos restos de naves y satélites, así como objetos que se les escapan a los astronautas durante sus paseos espaciales. Además, existen más de 100 000 fragmentos con un diámetro de entre 1 y 10 cm.


Basura alrededor de la Tierra


Satélites inactivos cubren el planeta

“El problema es que, a diferencia de la basura terrícola, la chatarra espacial se mueve a velocidades alucinantes de 5.5 millas por segundo”, dice Jonathan McDowell, un astrofísico de Harvard que se dedica a seguir todos los objetos en órbita. “Cualquier objeto mayor del tamaño de una aspirina volando a esas velocidades es capaz de abrir un agujero del tamaño de un televisor”. El US Space Command sigue la pista de 13.943 objetos en órbita mayores de 8 centímetros. De ellos, sólo 900 son satélites activos. El resto es basura. Y eso no tiene en cuenta todos los tornillos que desenfrenadamente le dan la vuelta a la Tierra cada 90 minutos. Normalmente, la NASA manda mover la ISS cuando se acerca alguno de esos bólidos. Pero en el caso de la semana pasada el objeto no se había detectado: su órbita era errática y entraba y salía de la atmósfera terrestre. Aunque las órbitas de los trozos grandes eventualmente se degradan y los objetos se queman al entrar a la Tierra, la mayoría de ellos permanecen en el espacio durante siglos.
Toda esta chatarra, que vaga sin rumbo por el espacio, constituye un problema cada vez mayor que afecta a los más de 500 satélites en funcionamiento y supone un auténtico peligro para las futuras misiones espaciales, tanto tripuladas como no tripuladas. Y no es para menos si consideramos que un "proyectil" de un centímetro viajando a 28 000 km/h por el espacio es capaz de dejar "fuera de juego" a un satélite de 100 millones de euros. Los científicos estiman que ya se han producido hasta 130 choques de satélites con restos de otros satélites que aún permanecen en órbita.

Panel impactado de la Estación Espacial Internacional (ISS)
.
“Un trozo que golpee a la ISS en el lugar equivocado es suficiente para arruinarlo todo”, dice McDowell. Existen algunos proyectos de diseño de técnicas para recolectar basura espacial, pero hasta el momento todos están en la mesa de dibujo. Y últimamente algunas las empresas que fabrican satélites y cohetes intentan diseñarlos para limitar la cantidad de trozos generados durante su lanzamiento. Pero no existe una regulación que haga cumplir tales medidas.
En cuanto a los proyectiles creados por la colisión del Cosmos y el Iridium, Johnson dice estar
preocupado, ya que los 65 satélites Iridium restantes se mueven en órbitas circulares que se cruzan una a la otra en los polos de la Tierra. La nube de detritos creada por esa colisión habrá originado un anillo de chatarra de alta densidad, a través del cual ahora deben pasar todos esos satélites Iridium. “El riesgo ahora va a ser mucho más alto”.

Fuente: Varias


19 marzo 2009

Clasificación de los planetas según posibilidad de albergar vida




votar


El origen de la vida y la habitabilidad de otros mundos, son dos de los misterios más grandes a los que se enfrenta la ciencia de hoy. Se ha dedicado mucha investigación a dilucidar estos temas, pero todavía faltan respuestas definitivas. Jan Hendrik Bredehöft, de la UK's Open University, se dedica a considerar la habitabilidad de otros mundos. "Soy uno de esos muchachos que muelen pedazos de meteoritos para descubrir restos de química orgánica en su interior", dice Bredehöft, refiriéndose a su profesión.
En base a este tipo de estudios, ha llegado a creer que los mundos habitables pueden dividirse en cuatro categorías, cada una con una probabilidad distinta de ser el hogar de organismos extraterrestres. Esto presenta un gran potencial para ayudar en la búsqueda de vida en el Universo, en particular a medida que la tecnología avanza a la etapa en que la observación directa de planetas extrasolares es posible. Bredehöft ha expuesto sus ideas en el último Congreso de Ciencias Planetarias de Europlanet.


Tierra

Primera clase
Analizando cada tipo, Bredehöft ha considerado su potencial para hospedar vida compleja. Los planetas como la Tierra, constituyen la primera clase, y son una especie de "referencia" para los demás tipos, ya que sabemos que esta clase de mundos es capaz de sostener la vida compleja.
Los planetas como la Tierra presentan una atmósfera adecuada, agua en estado líquido, rangos moderados de temperatura y clima estable.

Venus

Segunda clase
La segunda clase de planetas son aquellos mundos que alguna vez fueron como la Tierra, tal el caso de Marte y Venus. "Por alguna razón, estos planetas abandonaron la zona habitable clásica", dice Bredehöft. "Marte se volvió demasiado seco, existe muy poca agua en este planeta, al menos no agua líquida. Y Venus se convirtió en una planeta muy caliente debido al efecto invernadero".

Sin embargo, Bredehöft piensa que aún existe cierta posibilidad de existencia de vida en este tipo de mundos. Él deduce que los organismos se podrían haber desarrollado cuando el planeta resultaba más hospitalario, y que esta vida podría sobrevivir incluso en los tiempos más duros. "Una vez que la vida se establece por sí misma, es realmente muy difícil de exterminar", dice Bredehöft. "En la historia de la Tierra se han producido eventos absolutamente devastadores, que podrían haber aniquilado todo tipo de vida, pero usualmente esto ha servido para mejorar la biodiversidad, antes que destruirla".

Europa (luna de Jupiter)

Tercera clase
Los cuerpos que poseen agua líquida, pero bajo una capa de hielo superficial, componen la tercera clase de mundos habitables. Europa, la luna de Júpiter, es un ejemplo clásico en nuestra propia vecindad cósmica. ¿Podría haber vida en lugares como éste? Las ideas de Bredehöft son especialmente pertinentes en este punto, ya que a menudo estos mundos no se ajustan completamente a la opinión convencional de zonas habitables. Europa, por ejemplo, se encuentra más allá de la zona de temperaturas del sistema solar donde el agua puede permanecer como un líquido sobre la superficie de un planeta. No obstante, aún así hay potencial para la vida.
El punto de vista tradicional de las zonas habitables piensa a una estrella local como la principal fuente de energía. Pero en los mundos de hielo como Europa, otros factores entran en juego, tales como la atracción gravitatoria de otro planeta. Los mundos con agua líquida bajo capas de hielo podrían estar habitados por organismos simples, a pesar de estar lejos de la zona habitable convencional, siempre y cuando la energía esté disponible de alguna otra forma.


Neptuno

Cuarta clase
El cuarto tipo de planeta habitable está compuesto casi en su totalidad por agua. Estos mundos hipotéticos tendrían un tamaño que iría desde el tamaño de Mercurio al de la Tierra, y presentarían océanos muy amplios. A diferencia de los océanos terrestres, el agua en estos planetas no estaría en contacto con silicatos u otras rocas.
"Estos planetas podrían estar compuestos sólo por agua, con un núcleo de hielo a alta presión; o podrían presentar masas de agua líquida separadas de un núcleo de silicato por una gruesa capa de hielo sometida a presiones altas", dice Bredehöft.
Una teoría para el origen de la vida en la Tierra dice que el material orgánico apareció en charcas poco profundas y luego se concentró a la superficie de las rocas adyacentes. Eventualmente, esta vida primitiva se propagó a los océanos. Otra teoría para el origen de la vida es que la química necesaria se produjo en los respiraderos, o ventilas, hidrotermales volcánicos. En los mundos acuáticos, sin embargo, estos escenarios no son posibles. Por lo tanto, Bredehöft piensa que no es probable que la vida se origine en esta clase de planetas.
"La cantidad de agua en los planetas acuáticos sería tan grande, que se necesitarían increíbles cantidades de carbono concentrado para que la vida tenga una chance. Algo bastante diluido", dice Bredehöft.


Opiniones consideradas
Luego de examinar los hechos, Bredehöft afirma que, después de todo, la mejor apuesta para encontrar ecosistemas extraterrestres es buscar planetas como la Tierra. Sin embargo, no cree que planetas como el nuestro necesariamente posean vida avanzada.
"No sabemos si el nivel de complejidad, o el tamaño, de los organismos que viven en la Tierra es esencialmente un resultado lógico de la evolución o si es sólo una variante del azar experimentada localmente", dice Bredehöft. "¿Están los seres inteligentes del planeta en el pináculo de la evolución? Lo asumimos así porque nos gusta vernos a nosotros mismos como algo especial".
Gracias al rápido ritmo de desarrollo de la tecnología de "caza de planetas", es sólo cuestión de tiempo hasta que podamos aprender mucho más sobre los exóticos planetas extrasolares y sus lunas, y seamos capaces de recoger información vital sobre sus propiedades. Hasta entonces, científicos como Bredehöft seguirán teorizando sobre los descubrimientos.
Y una vez consultado sobre qué tipo de organismos cree más susceptible de encontrar, Bredehöft respondió: "Probablemente algo viscoso".

Fuente: http://www.space.com/scienceastronomy/081218-am-world-categories.html



Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.